jueves, 14 de julio de 2011

(Sin título todavía)

¿Ves? No han sido capaces de dejarte cuidando a la nena, no confían en ti. Ni siquiera dejan que te quedes sola en la casa. Dicen que es por ti, por tu bien, pero en realidad son unos desconfiados, unos hipócritas. ¿De qué tienen miedo? ¿De que prendas fuego a las cortinas, así porque sí, y todo salga ardiendo? ¿Cómo pueden creer que tú vayas a hacer algo así? La nena está llorando, lleva así un buen rato. Es raro que no haya ido la vieja a callarla. Llama a tu madre. Llámala y dile que la haga callar ya, ¡es insoportable! No te responde. Estará en la cocina, pelando patatas mientras ve la novela, como la maruja que es. Qué raro, no está. Habrá bajado un momento a la tienda y se habrá liado a hablar con la víbora esa, que te dice que te ve mucho mejor desde que saliste del hospital mientras que te echa veneno con la mirada. Falsa. Y tu madre igual, otra falsa, que llora, que te dice que te quiere, que se preocupa por ti, pero no te deja ir a ningún sitio sola, ni siquiera a llevar a la nena al parque a que le dé el sol. ¿Pero por qué no se calla? Vas a tener que ir tú misma a ver qué le pasa… Parece que le gusta estar en brazos, ya no berrea. Sí, sé que te gusta cómo huele, y que te agarre el meñique con los dedos diminutos. Tú podrías tener una igual y lo sabes, una igual, pero nacida de ti. Pero no, siempre es tu hermana. Siempre fue tu hermana la buena, la que no dio problemas, la que hizo todo lo que tu madre quiso. Zorra. Esta podía ser tu hija, ¿sabes? Ella te lo quitó en el instituto. Sabía que te gustaba, era tu hermana y le dio igual porque es una zorra. Además ella ya tenía su novio, el soso ese, que era un soso pero la quería, y la muy zorra va y se tira al otro, sabiendo que a ti te gustaba. Pero ella siempre fue la buena, la que traía buenas notas, la que no se peleaba, la que hizo Pedagogía, y se casó y ahora tiene una hija con él, una hija que debería ser tuya. Sí, esta cosita frágil debería haber salido de tus entrañas, porque era a ti a quien debería follarte cada noche, y no a ella que ya tenía su novio. Pero imagina por un momento que esta nena es tuya… ¿Qué debe sentir una madre? Ábrete la camisa y aparta el sujetador. ¿Sientes su boca? ¿Sientes como chupa, succionándote? Te sientes poderosa, ¿verdad? Porque sabes que eres tú la que la alimentas. Sin ti se moriría. Ser madre es ser Dios, dar vida y quitar vida a tu antojo. Tiene la piel suave. Los ojos del padre. Pero no. No es tuya. Es de esa zorra. Esa que se lo tiró teniendo novio, que lo atrapó en su tela de araña, de bicha y mala que es. Y sabía que a ti te gustaba, a su hermana mayor. Y ella aún encima era todavía una niñata. Pero han pasado muchos años y tú finges no acordarte de eso. Finges que te alegras por tu hermana. Fingías la maldita sonrisa que luces en la foto del día de su boda y fingiste darle la enhorabuena cuando, estando tú todavía en el hospital, te llevó a la nena recién nacida para que la conocieses. Pero ella también finge, porque sabe que te enteraste de lo de su novio aunque no se lo dijeses y que aún te acuerdas. Por eso no te deja quedarte sola con la nena y tampoco le hace gracia que estés con su marido. Tu marido. El que ahora mismo estaría haciéndote otra hija. Ya está llorando otra vez. Es porque chupa y chupa pero no saca nada de tu pezón seco. Díselo. Dile que ella no debería ser hija de quien es sino tuya. Pobre criatura… Tener a tal zorra por madre. Además, vino a este mundo de mierda a sufrir, a que la jodan como te jodieron a ti, tu puta hermana y todo el mundo, todo el atajo de gusanos de este pueblo de mierda. Son unos ignorantes. Ellos, y la vecina, y todos los del pueblo. Que estás enferma, te dice tu madre. Esquizofrenia paranoide, el mamarracho de la bata. Loca. Loca. Loca todos los demás. ¿Qué sabrán ellos lo que tú eres? ¿Qué sabrán lo que es la locura? Te llaman loca porque piensas. ¡Ellos son los locos! Ellos que no piensan, que son unos autómatas, unos borregos que sólo hacen lo que se espera de ellos, o fingen hacerlo encubriendo su malicia y el odio que se tienen todos entre sí, pero especialmente hacia ti. Ignóralos. Olvídalos. No les hagas caso. Tú estás aquí para hacer cosas grandes, porque tú eres inteligente, tú no te dejas llevar por ellos… Y la cría que no se calla. A lo mejor llora porque no eres su madre. O por todo el futuro que le espera. Dicen que no puedes cuidar de ella… ¿Sabes? Sí, puedes, y mejor que nadie. Es más, vas a hacer algo por ella que nadie más se atrevería a hacer. La vas a librar de todos los padecimientos, así no va a sufrir porque se rían de ella o porque la critiquen, como la gente hace contigo. Ponle la mano en la boca y que se calle, que se calle ya, que no tenga motivos para llorar… Ale, ya. Ya está. Acuéstala y tápala bien. Parece que está tranquila, dormidita. A lo mejor no se dan cuenta… Sí, pensarán que está durmiendo y que tú la cuidaste cuando la cotorra de la vieja se fue a despotricar con la víbora de la tienda. Y que está bien y ya no te van a poder decir que no la puedes cuidar porque estás enferma. Pero no… Se van a dar cuenta. Antes o después lo van a notar. ¿Entonces qué? Te van a llevar a la cárcel. Te van a querer convertir en uno de los ovejos que son ellos, porque en la cárcel tienes que comer lo que te dan, a la hora que te lo dan, y dormirte cuando apaguen las luces. Como en el hospital. O peor. Porque allí te pegan. Y no, tú no eres una más del rebaño. Tú piensas. Tú eres inteligente. Tienes que hacer algo antes de que vengan, antes de que llegue la vieja y se ponga a chillar histérica. Mira a ver qué encuentras… En la cocina. Una pistola hubiese sido más rápido; así vas a tener que hacer fuerza, además no está afilado, pero al menos no te van a pillar, porque no van a hacer contigo lo que ellos quieran. Venga, que ya se oye subir a la vieja. ¿Es que no te atreves?

miércoles, 6 de julio de 2011

Orgullo de microrrelatista

Y, siguiendo con mi constante microrrelatil de las últimas entradas, publico el que presenté al concurso del Etnosur y que ha resultado seleccionado uno de los ganadores. Siempre da alegría enterarse de algo así.

Nunca limpiaba sus zapatos: en ellos guardaba la tierra de todos los continentes en los que había estado.