No hay nada peor que tener la suficiente capacidad filológica y crítica como para juzgar tus propias creaciones.
Odio releer lo que escribo. A veces incluso me siento incapaz de corregirlo. Creo que me autoengaño pensando que tengo que dejar reposar mi escritura, esperar a que madure... Todavía apesta a juventud y, aunque intente evitarlo, detrás de todo hay pulsiones eróticas. Y sin embargo, sentimos la necesidad de escribir de vez en cuando...
En la literatura como en la vida real soy una amante no correspondida. Maldita sea.